Publicado el mayo 15, 2024

La rentabilidad de la cosecha no se juega en el precio del grano, sino en la eliminación sistemática de los tiempos muertos y las pérdidas invisibles en el campo.

  • Optimizar el flujo de remolques puede aumentar el tiempo de trabajo efectivo de la cosechadora en más de un 20%.
  • Reducir la velocidad de avance de 6 a 4,5 km/h puede disminuir las pérdidas de grano a la mitad sin afectar significativamente el tiempo total de la operación.

Recomendación: Implemente un protocolo de medición de pérdidas en campo; es la inversión más rentable que hará esta campaña, con un retorno visible en cuestión de horas.

La cosecha. Para un jefe de operaciones, la palabra evoca una mezcla de tensión y oportunidad. Es el momento culminante de un año de trabajo, pero también una carrera frenética donde cada decisión, cada retraso y cada fallo mecánico repercute directamente en la cuenta de resultados. El teléfono no para de sonar: un remolque atascado, una cosechadora esperando, la humedad que sube con la niebla de la mañana. La sensación es la de estar constantemente apagando fuegos en una carrera contra el reloj que parece imposible de ganar.

El consejo tradicional se centra en platitudes conocidas: «vigila la humedad», «ten los tractores listos», «comunícate bien». Si bien son ciertos, estos consejos no abordan el problema de raíz. Tratan la cosecha como una serie de tareas independientes, no como lo que realmente es: un sistema logístico complejo y interconectado. La verdadera optimización no reside en hacer cada tarea más rápido, sino en hacer que el flujo completo sea más fluido y predecible, como una coreografía perfectamente sincronizada.

Este artículo adopta la perspectiva de un director de logística o un controlador aéreo. La tesis es simple pero transformadora: la cosecha no es un evento agrícola sujeto al azar, sino un proceso industrial que se desarrolla en un campo. El verdadero enemigo no es el mal tiempo o una avería, sino las «fugas de rentabilidad»: los minutos de inactividad de la cosechadora, los granos que se quedan en el suelo y los kilómetros innecesarios de los remolques. Estas fugas son invisibles, pero acumuladas, pueden costar una fortuna. Son medibles y, por lo tanto, eliminables.

A lo largo de este análisis, desglosaremos la cosecha en sus fases críticas, no desde un punto de vista agronómico, sino logístico. Le proporcionaremos sistemas y protocolos para medir, controlar y optimizar cada eslabón de la cadena, desde la decisión de arrancar hasta el almacenamiento del último grano. El objetivo es convertir la caótica carrera contra el reloj en una operación controlada, eficiente y, sobre todo, mucho más rentable.

Para abordar esta transformación de manera estructurada, hemos desglosado el proceso en ocho áreas de control logístico. Cada sección se enfoca en un punto crítico donde la optimización puede generar un impacto significativo en la eficiencia y la rentabilidad final de su campaña.

El punto óptimo de no retorno: la ciencia para decidir el día y la hora exactos para empezar a cosechar

La decisión de iniciar la cosecha es el primer y más crítico punto de control en nuestra coreografía logística. Tradicionalmente, se basa en la experiencia y la intuición, pero un enfoque sistémico exige datos. No se trata solo de alcanzar una humedad objetivo; se trata de definir el «Punto de No Retorno» (PNR), el momento en el que el coste de esperar (riesgo meteorológico, caída de espigas) supera el coste de actuar (secado del grano). Este cálculo debe ser deliberado y basado en un protocolo de medición riguroso.

El primer paso es abandonar el muestreo aleatorio. Utilizando imágenes satelitales para identificar zonas de diferente vigor en la parcela, podemos realizar un muestreo diferencial mucho más preciso. Cuando el grano se aproxima al 20% de humedad, la frecuencia de medición debe intensificarse a cada 2-3 días. Es crucial tomar muestras en diferentes momentos del día, como a primera hora de la mañana y al mediodía, para entender el rango de variación de la humedad y cómo responde el cultivo a las condiciones ambientales. Esto nos proporciona una curva de secado natural específica para cada parcela y cada año.

Mano sosteniendo granos de trigo con medidor de humedad digital en campo español
Escrito por Javier Castillo, Javier Castillo es un ingeniero agrónomo con más de 25 años de experiencia en la gestión de grandes explotaciones de cultivos extensivos, especializado en la optimización de recursos y la agricultura de precisión.